Cierta vez, dos personas discutían sobre todo lo que iban compartiendo. Ya no se trataba de un diálogo, sino de una lucha por tener la razón.
Sobre el final del día, se acercaron a un resto a comer.
Estaban tan acostumbrados a discutir, por discutir, que cuando uno le dice al otro:
- Qué linda esa puerta antigua.
el otro, que estaba sentado justo en frente, el contestó: - En este lugar, no hay ninguna puerta antigua. Hay una cascada en la pared.
Y ninguno de los dos, se dio vuelta sobre sí para intentar ver lo que el otro veía, sino que siguieron discutiendo sobre si había una puerta antigua o una cascada en el lugar.
De repente, comenzó a hacer mucho calor.
El hombre que estaba sentado mirando hacia a la puerta, se dio la vuelta para ver si, efectivamente, había una cascada. Entonces, al darse cuenta que sí, que justo desde su opuesto Observador podía constatar que había una cascada, se acercó a refrescarse. Y su amigo que la estaba viendo desde que llegaron, lo siguió.
Cada vez más, el calor fue haciéndose insoportable. Hasta parecía faltar el aire para respirar.
Entonces el hombre que había visto la puerta antigua y, ahora también, la cascada; corrió hacia ella para intentar salir y tomar una bocanada de aire.
En cambio, su amigo, que sólo había visto la cascada, no le quedó otra que intentar sobrevivir con la ayuda del agua. Sin embargo, no lo logró. Desde su observador, sólo había una cascada y ninguna salida; y el fuego lo alcanzó.
La mirada del otro, aunque opuesta a la nuestra, siempre es una posibilidad más.
No podemos conocer la realidad tal cual es. Sólo la conocemos según como sea nuestro Observador.
Entonces, cuanto más Observadores nos regalen su ¨Observador¨, más acabada idea tendremos sobre la realidad.
Recuerda: el otro llegó a la construcción de su Observador, así como vos llegaste a la tuya. Échale un vistazo. Por ahí, pueda regalarte salidas que, desde el tuyo, no haya disponibles. Y quien te dice que esas no puedan salvarte la vida.